UNIVERSIDAD DE CALDAS
FACULTAD DE ARTES Y HUMANIDADES
PROGRAMA DE DISEÑO VISUAL
MAESTRÍA EN DISEÑO Y CREACIÓN INTERACTIVA
REFLEXION FINAL
SEMINARIO GÉNERO Y CREACIÓN
Carlos Alberto Beltrán Arismendi + Félix Augusto Cardona
Olaya
Para iniciar esta reflexión acerca del género como una
categoría de análisis dentro de procesos de investigación en cualquier
disciplina, se trae como referencia esta noticia del periódico español El País
(2010):
“Un británico, primera persona reconocida oficialmente como
de género sexual neutro. Se operó para cambiar de sexo, pero tampoco se siente
a gusto como mujer
El Registro de
Nacimientos, Muertes y Matrimonios del Gobierno de Nueva Gales del Sur, en
Australia, ha expedido un documento en el que se reconoce a Norrie May-Welby,
originalmente un británico residente en aquel país, como una persona de
"sexo no especificado". Se trata de la primera vez que se considera
oficialmente a alguien como una persona de género neutro.
El documento recibido por
Norrie es el certificado que las autoridades de Nueva Gales del Sur dan a los
extranjeros residentes en Australia que han cambiado de sexo y quieren que tal
cambio figure en su documentación. No se trata de una partida de nacimiento, ya
que Norrie nació en Escocia (Reino Unido).
May-Welby nació hombre,
pero en 1990 se sometió a una operación de cambio de sexo, aunque no se sintió
cómoda como mujer. Como consecuencia de ello, solicitó ser considerado de
género neutro y presentó los informes de dos médicos que le habían tratado que
dictaminaban que era física y psicológicamente andrógino.
"El concepto de
hombre o mujer no me encaja. La solución más simple es no tener ninguna
identificación sexual", ha asegurado el británico (que se refiere a sí
mismo/a como zie, para no usar el inglés he (él) o she (ella). De hecho, ningún
doctor pudo precisar cuál era el género de Norrie, quien se autodefine como
"psicológicamente andrógino". "Creo que a mucha gente le
gustaría tener este tipo de certificado; incluso a muchas mujeres, porque el
sexo femenino es a menudo discriminado".
La responsable de una
organización de transexuales, Tracie O'Keefe, ha señalado que esto marca un
antes y un después para aquellos niños cuyos doctores y padres están confusos
acerca de su sexo al nacer y que incluso son operados. Se han dado casos de que
los padres hayan optado por educar al bebé como niño, y encontrarse con que
éste prefería ser chica en su adolescencia, y viceversa. Norrie no es un caso
único. Como señala el Diario Digital Transexual la intersexualidad es un caso
habitual, pero hasta ahora a las personas con esta situación se les obliga a
elegir. La novedad es que a Norrie se le acepta no tener que optar.
"Existe una corriente de tendencia en algunas personas trans, a que se las
reconozca como sexo indeterminado en su DNI o partida de nacimiento, partiendo
de la base de que no se sienten identificados con el binomio de hombre y mujer.
O el de algunas personas intersexuales que quieren que en sus casillas aparezca
directamente la mención del XY porque están perfectamente de acuerdo con su
dualidad", indica la actriz y activista Carla Antonelli en su web.”
En esta nota periodística,
se establece una noción para muchos desconocida, sobre el reconocimiento de las
personas sobre si mismas, que se aleja de lo que normalmente debería ser, el
“deber ser”, para iniciar un proceso de reconocimiento lejos de paradigmas
clásicos y ortodoxos para categorizar mas que un rol sexual, el sentir, la
manera de entender el mundo de los individuos dentro de una sociedad que no
puede, no saber las diferencias que existen en las maneras de percibir y
entendernos en el mundo de la vida[1] que es donde están nuestras experiencias,
nuestras vivencias y subjetividades, son esenciales para las relaciones exteriores
y causales que se dan con los objetos y los otros individuos y sus
subjetividades, con lo cual, se construye el significado de aquello que
constituye nuestras formas heredadas del pensar, del saber, del hacer y del
sentir, asimismo, las que autoconstruimos con la experiencia.
Estas formas, tanto las
heredadas como las autoconstruidas, definen los roles para cada sexo en las
diferentes facetas de vida, donde cada uno de ellos establece diversos “significados de las categorías hombre y
mujer según la época, el contexto, el lugar; cómo se crearon e impusieron las
normas regulatorias del comportamiento sexual; cómo los asuntos relacionados
con el poder y los derechos contribuían a las definiciones de masculinidad y
feminidad; cómo las estructuras simbólicas que afectan las vidas y
prácticas de personas comunes y
corrientes; cómo se forjaban las identidades sexuales dentro de las
prescripciones sociales y contra ellas.” (Scott, 2008)
Tanto así, que a pesar de
que el binomio: sexo/género, continúa en su lugar dentro de casi todo este
mundo de la vida, muy a pesar de las largas discusiones y logros desde los años
20´s del siglo pasado, el género sigue supeditado a la ortodoxia bajo una
mirada conservadora que solo ve en su definición una categoría de
clasificación, a través de la continuidad y perpetuidad de condicionantes
sociales, económicas, políticas y de hábitos dentro de nuestras sociedades. Por
lo que como categoría de análisis continua buscando espacios de validación, en
donde confirma cada vez, que ni el sexo, ni el género son producto de la
naturaleza, sino de la cultura que en la asignación de roles de género,
establece el sexo (Scott, 1996).
Esta idea, establece una
diferenciación no tan clara entre sexo y el género, en donde el primero, en
términos básicos e innatos se refiere a la biología y el segundo, a la cultura,
sin embargo, cuando el género deja ser una categoría de clasificación y se
comprende como una de análisis, su construcción infiere que también la
asignación de sexos es cultural, “los
significados biológicos son producto de la cultura”, mas allá de la
condición y obligatoriedad de reproducción de la especie humana (Scott, 1996).
Con lo cual, se conforma una
noción liminal, que alude al estado de apertura y ambigüedad anti-estructura y
anti-jerarquía de la sociedad que lleva a que el binomio genero/sexo, deba
verse inmerso en un campo mucho mas profundo de análisis, difícil, pero
apasionante de abordar, donde disciplinas del diseño y la creación deben entrar
a sentar posición. Debido a que sus campos de dominio deben crear
productos destinados a necesidades con respecto a las posibilidades económicas
y sobre todo culturales de los contextos a los cuales son proyectados, como
ejercicios creativos de la cultura material.
Pues,
para el diseño y la creación es inevitable el establecer la proyección de
identidad cultural, entendida como “la
producción del entorno humano de cada grupo social, con particular referencia a
la producción de objetos materiales que, genéricamente, podríamos definir como
el mundo de las cosas producidas culturalmente”. (Emanuele Amodio citado por Pérez, 1997), mediante las cuales se va
transformando el entorno, contextualizándolo.
Lo cual, se logra gracias al carácter
proyectual de diseño, en el cual, las categorías de análisis constituyen
variables susceptibles de valoración objetiva, puesto que surgen a partir de factores inherentes al
producto, es decir, las prestaciones que ejerce y las posibilidades de uso y
desuso que poseen, fruto de un proceso con referentes teóricos y pragmáticos
que definen al consumo como la práctica sociocultural donde se construyen
significados y sentidos del vivir, definiendo los comportamientos sociales
(García, 2006), entre ellos los roles sexuales, sobre los cuales los diseñadores proyectan, piensan la
sociedad y transforman contextos.
Por tanto, los proyectos de diseño deben
establecer variables objetivas de análisis a los procesos de investigación que
se requieren para que las características creadas a través de procesos
cualitativos y cuantitativos, generen rigor científico, mas no método
científico, para proyectar usos, “dado
que los productos se hacen para la gente, la respuesta del usuario a un
producto es una parte esencial de la investigación” (Margolin, 2002)
Así, la investigación en diseño debe
lograr que los productos reflejen identidad con las raíces culturales del
mercado dentro de su contexto, que “necesita
alimentarse con originalidad, ya está saturado de copias, no admite
interpretaciones textuales de otros productos” (Lesbalay, 2004:56) lo que permitiría transformar las debilidades del
sistema productivo actual, en oportunidades al establecer al genero como una
categoría que deber ser atendida en términos de la diversidad humana y una perspectiva
amplia dentro de cada subjetividad.
Puesto que el mercado actualmente,
estructura consumidores más educados en aspectos de diseño y las diferencias de
poder adquisitivo son cada vez menos importantes, de manera que son los modelos
de creación basados en investigación clara de los contextos y sus categorías de
análisis, los que permiten una mayor posibilidad de éxito. Por esto, el diseño y
la creación dentro del contexto latinoamericano debe orientarse a la creación
de modelos propios, identificables y con valor agregado que rescaten las
particularidades, tanto de subjetividades como de sociedades, a través de
diseños que se desliguen de esquemas y experiencias europeas y norteamericanas
del buen diseño, potencializando categorías de análisis dentro de sus procesos
proyectuales como el género, ya que el diseñador “asume, de
hecho, la responsabilidad de representar, en un proceso de decisión colectivo
como el proyectual, los intereses de un futuro usuario, de actuar
proyectualmente en nombre y por cuenta de los usuarios, de aceptar una
delegación implícita para encarar y resolver problemas de cultura material” (Chiapponi, 1999:41).
De manera que el diseño debe permitir
el ingreso del género como un factor de análisis dentro de sus procesos de creación
de esta cultura material, así, sus productos se convertirían en una
contrapartida a los intereses del desarrollo comercial y de reproducción ideológica
dominantes, que desestiman las creaciones surgidas de procesos paralógicos en
términos de Lyotard[2]. Puesto que no se trata de proponer un
sistema social y económico alternativo a los vigentes, sino de actuar en
espacios muy diversos para producir cambios concretos, en donde no se debe
clasificar sobre lo verdadero y lo justo, lo masculino y femenino, lo santo y
lo sacro en términos absolutos, si no que todo debe estar dentro de una
pluralidad cultural contextual, y por ello, es necesario la defensa y
proyección de la riqueza de la diversidad humana y sus creaciones.
De allí, que el análisis
de género como categoría dentro de cualquier sistema económico al cual
inevitablemente el diseño es inherente, “es
una herramienta para visibilizar una de las mayores injusticias de la humanidad
y sirve para formular políticas que tiendan a la eliminación de toda forma de
discriminación como un tributo al avance en el respeto a los derechos humanos.
No sólo eso, el análisis de género es una herramienta al servicio del
crecimiento económico pues visibiliza las potencialidades” (Gálvez,
2001:10) y limitaciones que enfrenta de la población habitante de contextos,
como el latinoamericano.
En donde dos principios
han regulado las relaciones básicas entre los sexos y que muestran un consenso
general en lo que a construcción de género se refiere; el primero, la división
sexual del trabajo entre mujeres y hombres, pues es notorio el numero de
mujeres que comparte por igual que los hombres el rol de proveedor económico de
sus hogares. El segundo, se circunscribe al ámbito cultural, donde la
desvalorización cultural de lo femenino en relación con lo masculino en el
mundo de la vida, conforma impedimentos profundos que atentan contra la
evolución de la economía regional, originada principalmente en el funcionamiento
del mercado de trabajo, donde existe una alta desigualdad de ingreso, asociado a
la desigual distribución del capital educativo entre los géneros en términos de
validación de los diferentes al binomio varón/hembra.
Por esto, el espectro de
inequidad se amplia respecto a la distribución de los frutos del crecimiento
económico en términos de beneficios sociales (seguridad social, acceso a salud
y vivienda) de participación política, económica y cultural, de deterioro
ambiental, de integración social (participación social y expresión de demandas).
Así desde el punto de vista del análisis de género, todo aquello que en el
sistema económico y social impida o retrase sistemáticamente el acceso de
hombres o de mujeres a algún derecho universal constituye una iniquidad de
género. (Gálvez, 2001)
Mas aun, cuando la visión
de genero queda reducida al concepto de familia nuclear, como en el sistema
capitalista y en otroras épocas el socialista en occidente, ya que al tomar la
familia como unidad básica de desarrollo social, desaparecen todos los derechos
individuales de quienes componen roles de género, de parentesco, de autoridad y
de subordinación diferentes a lo establecido (Scott, 1996). De tal manera que
la unidad familiar o el hogar, “no es una
unidad adecuada para los indicadores de género” (Gálvez, 2001) y por esto, desde el diseño y la
creación es imprescindible generar productos que permitan la autodeterminación
de subjetividades, por ello para poder hablar de equidad de géneros debe
privilegiarse un enfoque individual.
Así, dentro del contexto
latinoamericano avocado a un sistema capitalista sin contextualización tanto
cultural, como de formas de producción y cuya seguridad económica ya no se basa
en tener muchos hijos que aportan trabajo, sino en pocos hijos a los cuales dar
más educación, y por tanto más posibilidades de tener trabajo, por lo cual, las
familias tienden a ser más pequeñas, sin núcleo completo, con jefatura femenina
y ausencia de cónyuge, dentro de un ámbito de creciente abandono del Estado de
Bienestar[3] que lleva a que la
seguridad económica familiar esté más basada en el mercado de la competitividad
y la resilencia[4], que en la búsqueda de la
equidad y la protección de los derechos individuales. Entonces, el contexto
latinoamericano posee condiciones en términos generales, poco favorables para
la equidad de genero, mas aun, cuando sus sociedades aun en procesos de
urbanización y desarrollo de infraestructura[5], tardando bastante en
adecuarse cambios económicos y culturales, por ende, perpetua condicionantes
conservadoras culturales de género.
Lo que da pie a realzar
la importancia de tener en consideración el género al diseñar, ya que “la resonancia simbólica y al
reconocimiento social de las acciones, las visiones, los movimientos que los
actores realizan en relación a sectores más amplios de la sociedad a través de
la cual los otros se incluyen y viven, de alguna manera, en el mundo evocado y
convocado como viable, como deseable, como apropiable” (Gilabert 1993:37).
Así, la categoría de
análisis del género dentro de los procesos de creación particularmente en
diseño, no podrá, ni deberá codificarse en términos presupuestados y conocidos
de masculino o femenino, varón o hembra, homosexual o heterosexual, gay o
lesbiana, etc. pues son sus significados los que necesitan ser extraídos de los
productos de diseño generados en contexto. Ya que “cuando el género es una pregunta abierta sobre cómo se establecen
estos significados, qué implican, y en qué contextos, entonces sigue siendo una
categoría útil para el análisis, por ser crítica” (Scott, 2008:101)
Por ello “si tratamos la oposición entre varón y
mujer, no como algo dado sino problemático, como algo contextualmente definido,
repetidamente constituido, entonces debemos preguntarnos de forma constante qué
es lo que está en juego en las proclamas o debates que invocan el género para
explicar o justificar sus posturas, pero también cómo se invoca y reinscribe la
comprensión implícita del género porque sugiere que el género debe redefinirse
y reestructurarse en conjunción con una visión de igualdad política y social que
comprende no sólo el sexo, sino también la clase y la raza”. (Scott: 1996:36)
De allí que el diseño
enmarcado en estereotipos normativos de genero, desde un eje femenino: hogareño-artesanal-protector-
decorativo, en el cual la validación de minorías étnicas, colectivos
artesanales y mascotas son los objetos de estudio con una fuerte perspectiva
histórica, junto a un eje masculino de aplicación tecnológica – financiera,
donde todo dispositivo tecnológico, incluyendo automóviles y motocicletas son
el centro de estudio desde una perspectiva prospectiva, (Gutiérrez, 2010:74),
deba virar hacia procesos de diseño mas cercanos a una estética femenina y/ó
que precisen claramente si los objetos son de uno u otro sexo ó son unisex, para
evitar que la cultura material creada, sostenga los conceptos hegemónicos y de
posicionamiento del genero en la mentalidad del colectivo social, para el
desarrollo de proyectos que no representen barreras para niños, niñas, mujeres,
hombres, ancianos y/o discapacitados. (Gutiérrez, 2010, citando a Weisman
,1992, Garone 2003).
Evitando así que los
cánones de lo masculino y lo femenino sean “prerrogativa
exclusiva de nadie, o inclusive trascendiéndolo en pos de construcciones
ciborg-generizadas, que dilúyanlo masculino y lo femenino en lugar de fusionarlos
a la luz de un artificialización meditada, asumida y construida en esta
Colombia y este 2010, aquí y ahora.” (Gutiérrez, 2010:76) haciendo que los diseños,
fruto de un proceso creativo donde se apropian conceptos, desarrollan
representaciones y demarcan maneras de percibir, movilizarse, sentir, imaginar
y habitar el mundo de la vida en contexto, se conviertan en guías que
fundamentan la acción de los actores sociales y su cultura material, la cual,
se construye como discurso relativamente irracional (Eco,1995), en la medida en
que no ha de rendir cuentas a ningún tipo de racionalidad, rompiendo los
paradigmas dominantes del género, como categoría de clasificación, para
incluirla permanentemente como categoría de análisis critico de los procesos
creativos, para lograr que dentro de los sistemas económicos, exista una re
significación del genero desde una perspectiva de los derechos individuales y
en contexto.
De allí la importancia de generar diseños contextualizados, con
innovación de las formas de organización de las relaciones de producción y las características
de localización (Ruiz, 2006), mejorando los contextos económicos, sociales y geográficos,
creando oportunidades de inserción en usos y configuraciones productivas
diferentes a las tradicionales, pero referentes de una sociedad que a través de
su historia y desarrollo han sido mediadas por un modelo económico impuesto,
que ha permitido avances y creado nuevas concepciones de modos de vida, pero
que al mismo tiempo a negado raíces culturales y subjetividades propias del
existir.
Por lo que, la
inclusión de la categoría de genero en la proyección económica y social de los
objetos de diseño, será representativo en esquemas de mayor flexibilidad en la producción,
mayores posibilidades de personalización, con gran demanda y de correspondencia
con el usuario actual. Cualificaciones que permitirán consolidar un mercado
interno latinoamericano, abriendo espacio para la creación de nuevas empresas y
aportando a las empresas existentes, claras estrategias de creación de trabajo.
En las cuales, se posibilite la construcción de procesos, productos y mercados
con prospección y adecuado aislamiento de problemáticas que permitan establecer
estrategias de oportunidad para un desarrollo de modelos investigativos de
diseño aplicados, tendientes a aceptar y comprender como desde distintas
perspectivas, se pueden desarrollar formatos de producción contextualizados en,
desde y para el desarrollo regional latinoamericano.
Referencias
·
Eco, Umberto. (1995) Tratado de Semiótica General. 5° edición Madrid España: Blume
·
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económicos de la equidad de género. Informe de la unidad de desarrollo. CEPAL.
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El consumo cultural en América Latina. Construcción teórica y líneas de
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diseño. Mexico: Designio.
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César. (1993) El Hábito de la utopía. Análisis del imaginario sociopolítico
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Gutiérrez Borrero, Alfredo (2010). Lo
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Lesbalay, Marcelo. (2004) “El mobiliario post-artesanal en
Latinoamérica”. En: Team Fierro
Furniture Design 04, Argentina. Latin American Team Fierro. Pp. 55-60.
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Margolin,
Victor (2002): The Politics of the Artificial. Essays on Design and Design
Studies. Chicago and London The University of Chicago Press.
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Pérez Urbaneja, Elina.(1997) “La promoción
del diseño industrial en Venezuela (Parte III): Cultura material y Cultura del
diseño” [En línea] disponible en: http://www.analitica.com/va/arte/portafolio/9886356.asp.
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Ruiz Granada,
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Julio 2012.
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Weisman,
L (1992) Discrimination by design: A feminist critique of the man-made
environment. Urbana:University of Illinois Press. Chiaponni, Medardo.
(1999). Cultura social del
producto: nuevas fronteras para el Diseño Industrial. Buenos Aires:
Infinito.
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(2008). Género sexual neutro. EN. elpais.com/sociedad/2010/03/16/actualidad/1268694006_850215.html,
Consultado en julio de 2012
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METÁFORA VISUAL FINAL A PARTIR DELA REFLEXIÓN DEL DOCUMENTO |
[1] El rescate y
reconstrucción del Mundo de la Vida fue propuesto por Husserl como piedra
angular para el proyecto de la Fenomenología, como cambio hacia un nuevo
paradigma. Es a lo que Freud llamaría el “YO”, y en lo que más tarde se
basaría Habermas para construir su racionalidad comunicativa. (http://tanialu.co/2009/09/23/el-mundo-de-la-vida-de-husserl/
[3]
Estado del Bienestar es
un concepto de las ciencias políticas y económicas con
el que se designa a una propuesta política o
modelo general del Estado y de la organización social,
según la cual el Estado provee ciertos servicios o garantías sociales a
la totalidad de los habitantes de un país.1 Más
que un concepto específico, se considera que el término es una categoría práctica
para designar, ya sea un conjunto de propuestas o una propuesta general acerca
de cómo el Estado debe o puede proceder.
[4]
Este concepto se define como la capacidad de una familia para recuperarse
de circunstancias adversas y salir de ellas fortalecida y con mayores recursos
para afrontar otras dificultades de la vida
[5] Frente a esto, es bueno hacer referencia a las
condiciones en las cuales países como Colombia han entrando a las dinámicas del
libre comercio, aun sin la infraestructura adecuada para la logística de su
producción y sin la preparación cultural para conservar el patrimonio cultural
material que posee. Según diversos estudios este atraso es de 15 años en
promedio.
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